Este sábado 26 de marzo, durante la madrugada, los relojes han tenido que adaptarse al cambio de horario estacional y se han adelantado una hora, de las dos a las tres. Un ‘ajuste’ del que tiene la culpa el inglés Willian Willet.
Solo son 60 minutos de menos este domingo. Sin embargo, el cuerpo de algunas personas puede notar notablemente este cambio, que puede dar lugar a alteraciones de sueño, en el estado de ánimo e incluso en los hábitos alimenticios. También puede ocurrir que en los primeros días tras el cambiio horario las personas sientan más cansancio del habitual, estén irritables e, incluso, les cueste concentrarse.
Los expertos aseguran que, en la mayoría de personas sanas, los efectos suelen ser pocos pero «son parecidos a cuando hacemos un viaje en avión a otro país que tiene otro horario; realmente nuestro cuerpo sigue funcionando con el horario anterior, pero todo funciona con el nuevo horario».
El doctor Ferran L. Tognetta, director médico de DKV Seguros aconseja «realizar algunas actividades para que esta desorientación tenga los menos efectos posibles».
«Nuestro organismo tiene un regulador horario que está en el centro del cerebro, y que se regula mediante la luz solar y los estímulos del entorno; regula un ciclo diario que afecta a los niveles de las hormonas y actividades celulares por lo que, cuando cambia el ritmo de la luz de fuera o el ritmo de las tareas, puede desorientarse», aclara.
Una directiva europea regula el cambio de hora con el objetivo de ahorrar energía, aunque diversos colectivos sociales rechazan esta modificación y reclaman que España mantenga el horario que le corresponde por su posición geográfica.
Desde el punto de vista de la salud, esta variación de la hora tiene un impacto «leve» en el organismo, aunque hay «una respuesta individual», ya que algunas personas la llevan muy bien y otras no, tal como explica el doctor Salvador Tranche, vicepresidente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (SemFyc).
El cambio horario puede implicar «ligeros» trastornos en el sueño, los hábitos alimenticios y el estado de ánimo, que pueden aumentar el cansancio, la irritabilidad o la falta de concentración, aunque estos problemas remiten en el plazo de tres o cuatro días, subraya.
Los niños y los mayores son los grupos de población más sensibles a estas alteraciones debido a que tienen unos horarios establecidos de comidas y de sueño.
Los lactantes pueden experimentar alteraciones en su alimentación, mientras que los niños en edad escolar pueden tener mayores dificultades para despertarse.
Los mayores de 50 años, que con frecuencia tienen problemas para conciliar el sueño y se despiertan más temprano, pueden tardar más tiempo en adaptarse al nuevo horario.
Entre otros consejos para minimizar estos efectos, el doctor Tranche recomienda acostarse un poco antes tres o cuatro días antes del cambio de hora, no dormir la siesta durante unos días, no variar los hábitos alimenticios, practicar ejercicio físico moderado y evitar el consumo de alcohol.
Varios trabajos han estudiado si el cambio de hora ha tenido relación con un aumento de los infartos de miocardio o de enfermedades cerebrovasculares o ha tenido algún efecto en las personas que sufren cuadros de ansiedad o depresión, pero los resultados han sido «contradictorios», precisa.
El vicepresidente de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), José Polo, resta importancia a los «desajustes» que se producen en el organismo y que están relacionados con la luminosidad y con los cambios en los ciclos de sueño y vigilia.