La aplicación de frío o calor (crioterapia o termoterapia) ante una lesión depende, no solo del tipo de lesión, sino también del tiempo que ha transcurrido desde que se ha producido. Si alguna vez te has planteado qué es mejor aplicar en cada caso, a continuación encontrarás la respuesta.
La regla de oro y la sabiduría popular nos cuentan que el hielo es para las lesiones recientes, también conocidas como agudas, y el calor se aplica en molestias crónicas y dolores musculares pero lo importante, como en todo, son los detalles.
Antes se creía que en las lesiones agudas el frío solo podía utilizarse las primeras 24-48 horas después era mejor la aplicación de calor. Sin embargo, existen diferentes terapias de rehabilitación por trauma en las que el frío es usado por mucho más tiempo y no se combinan con calor. Es el caso de las terapias RICE: Rest (descanso), Ice (hielo), Compresión y Elevación. El reposo ayuda a proteger el músculo o tejido y lograr así una buena recuperación; el hielo desinflama y modera el dolor; la compresión reduce la hinchazón y el dolor, y la elevación del miembro afectado disminuye el edema por la ley de la gravedad.
Por otro lado, en el caso de esguinces o contracturas, lo mejor sí es aplicar hielo inmediatamente y durante las primeras 48-72 horas. Transcurrido este lapso de tiempo, si el dolor persiste se puede utilizar una terapia de contraste que combine frío y calor.
Así que, por normal general, aplicaremos frío en el momento posterior a sufrir una lesión, un golpe, una caída… El frío nos ayuda a aliviar el dolor agudo del primer momento y, en caso de existir, a reducir la inflamación generada por el traumatismo.
La aplicación de hielo es la forma más común de crioterapia aunque debemos tener en cuenta que no importa el formato sino la aplicación de frío directo, siempre teniendo en cuenta que debemos proteger la piel del riesgo de quemaduras. Existen muchos medios de aplicación de frío: bolsas de hielo convencionales o químicas, cold packs, toallas húmedas refrigeradas, esprays de frío, geles y, por supuesto, baños de agua fría. Los baños de agua fría, por ejemplo, son perfectos para una aplicación más genérica de crioterapia especialmente si existen pequeños y numerosos microtraumatismos.
Antes de aplicar frío sobre una lesión es importante: Comprobar que el traumatismo sea compatible con el uso de crioterapia, no utilizar directamente la aplicación de frío sobre heridas abiertas olesiones en la piel y, por último y no menos importante, en caso de usar hielo, evitar en contacto directo del hielo con la piel.
La termoterapia suele estar más indicada en períodos post agudos de esguinces, torceduras, distensiones… es decir, transcurridas al menos 72 horas de la lesión. El calor contribuye a la relajación de la tensión muscular y el espasmo.
La aplicación de calor reduce la rigidez muscular, el dolor y la inflamación y aumenta el flujo sanguíneo, por ello está indicado en dolores músculo-esqueléticos y contracturas, en procesos inflamatorios prolongados o crónicos y en reumatismos crónicos, siempre que no estén cursando un dolor agudo.
Al aplicar calor se permite una dilatación de los vasos sanguíneos que facilita la llegada de oxígeno y nutrientes a los músculos y articulaciones, evitando así el dolor y la presión.
Es importante destacar que la aplicación de un calor confortable ayuda a relajar el sistema nerviosoy puede ser beneficioso para el organismo, ya que el estrés es uno de los factores más importantes en algunos de los problemas que transcurren con dolor muscular.
Una aplicación incorrecta tanto de frío como de calor puede hacer que una lesión empeore.
La termoterapia, por ejemplo, puede empeorar una inflamación y el hielo puede agravar un problema de contractura o rigidez muscular.
Tanto el frío como le calor pueden ser de gran ayuda ante una lesión y pueden contribuir a una correcta recuperación, aunque debemos tener en cuenta que, su correcta aplicación es clave para contribuir a esta mejora y no empeorar la situación.